Extraños retornos del pasado

No voy a mirar tus fotos en Nueva York, lo bonita que te veías, lo joven y bonita, yo también me veo joven, no comparto el engaño de que luzco igual, reconozco la mirada de bebé, la sonrisa de bebé, la inocencia: quién iba a saber las cosas que sucederían y lo mal que la pasaríamos, lo terrible, asquerosamente mal que la pasaríamos; qué raro que otra vez escriba de esto, es de madrugada y tecleo con rapidez -pero sólo aquí, porque en mi documento avanzo con muchos dolores y muy lentamente- tras otra zambullida narcisista; no sé cómo llegué al post del irlandés que trabajaba en el cementerio de Montparnasse, Ruairi o Ruairí, el que me escribió su correo en mi cuaderno además de la enigmática frase “never eat candy floss in the rain”, y se me ocurrió googlearlo porque ahí también aparece su apellido, Condra, y hasta me quité los audífonos por el pálpito que sentí cuando me aparecieron dos notas sobre violación, RAPE, esa palabra que en inglés es tan precisa, barbaric sex attack, precisaba una; pero luego resultó que eran otros Ruairi u otros Condras, o eso voy a pensar, eso quiero pensar, no tengo ganas de indagar más; cuando me dijo que me iba a enseñar una cosa en el cementerio, una escultura de una pareja besándose, medio oculta, yo fui con mi gas pimienta, como si eso me hubiera ayudado, ¿en cuántas situaciones de peligro me he puesto y no he sabido? Nunca olvidaré la vez, cuando iba en primero de secundaria en el Plancarte de San Juan del Río, que se me fue el autobús de estudiantes y mi papá paró a los señores del camión de gas y me mandó con ellos, y mi mamá se enteró de esto a mediodía y a punto de que yo volviera; cuando al fin llegué la encontré tirada en mi cama en un baño de lágrimas, nunca la había visto así en mi vida, en ese infierno tan personal y tan único y tan diseñado a su medida, y apenas me vio me tomó de los hombros y me dijo DÍMELO TODO, DIME QUÉ TE HICIERON, y yo le dije qué quiénes de qué hablas, y ella lloraba y soltaba groserías, y nunca le gritó tanto a mi papá como ese día, quien escuchaba estoico los reclamos y remarcaba que esos señores del gas eran sus amigos y que confiaba en ellos, oquei, ¿pero por qué, a quién se le ocurre?, y yo tardé en darme cuenta, no hilaba las cosas, hasta que luego lo pensé mejor y la imagen se fue dibujando, y creo que con el pasar de los años cada vez se dibuja mejor, con más detalles, con más horribles detalles, y siento mucho horror, pero, ¿por qué llegué hasta aquí si en realidad yo estaba pensando en esa foto tuya afuera de un hotel en la 9th Avenue, uno que aparecía en Bored to death y por eso nos detuvimos, además de que siempre me gustaron sus ventanas redondas como de lavadora? No imaginaba que luego, en un microviaje de trabajo, dormiría en uno de sus microcuartitos, berreta dirían acá, pero entonces no me lo parecía, bueno, quiero que sepas que todavía me acuerdo de estas cosas y ya las puedo escribir sin llorar ni sentir feo y casi, diría, sin sentir nada. *

Aunque creo que sí me arrepiento de jamás haber escrito lo mucho que te quería ni haber sido romántica, vaya, todo era fruto de mi autocensura, esa jaula en la que las personas queer suelen vivir, como bien expresa Agustina Comedi -se ve que su bella película me afectó-, quien además recuerda que una psicoanalista le dijo que como bisexual nunca sería feliz, viviría toda su vida dudando entre una cosa u otra, afirmación que otros psicoanalistas me han hecho llegar a través de cobardes intermediarios. Suelo ver cómo algunxs salen del clóset por Twitter sin comprender del todo que no se trata de un proceso cerrado, finito, que reconciliarlo en el fuero interno y luego comunicarlo a la familia, a los amigos, es apenas el inicio de un acto que ocurrirá incesantemente, una decisión que habrá de tomarse ante cada nueva situación, recién conocido, centro de trabajo, circunstancia vital. Releía un texto fallido donde narro, respecto a ciertas dinámicas familiares de aquella época: “Convivo un poco, cuento las cosas de manera superficial, porque la vida que llevo es vida que no les interesa o que no quieren saber, por sus propios motivos”; y aunque al final todo se supo, todo se aceptó, todos felices, y luego ya no, cuando el horror y las cosas feas que sucedieron precipitaron un cantado, esperado fin, la verdad es que lo gay todavía es origen de pesares y me gustaría, siento que debo, encauzar eso en otra cosa de largo aliento.

Oye, ¿no te parece que estás escribiendo demasiado en tu blog, que nuevamente se ha convertido en la escritura sucedánea de otra que es obligatoria, necesaria y urgente?

Sí, sí.

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