Acabo de ver lo más triste que veré esta semana: una mujer, con la cabeza rapada, empujaba un carrito de supermercado. Yo iba atrás de ella. Sus pants tenían manchas secas de sangre en el trasero. No era sangre derramada. La imaginé sangrando cada mes, sin que le importara.

Hay cosas que, de tan tristes, resultan intolerables.