El adentro afuera

Me llevó algún tiempo descubrir el juego o la clave en el título de Transparent. Trans-parent. Un padre transgénero. Lo que era obvio para muchos, al conocer la trama, para mí no lo era del todo: hasta entonces había leído de manera unívoca, lineal, la transparencia de asumirse, de salir del clóset. Volverse transparente, llevar al afuera lo que en el adentro se reafirma de manera contundente. Sarah, hija de Maura, al enterarse por accidente de la nueva identidad de su padre, pregunta cándidamente si eso significa que ahora se vestirá siempre de mujer. “No”, dice ella, “toda mi vida he tenido que vestirme de hombre”.

Entonces esta identidad no es nueva sino elegida, no preexistente pero sí capaz de remontarse a la infancia: Maura, antes Mort, es una mujer lesbiana en el cuerpo de un hombre (y por ende con sus privilegios), confinada durante años a practicar un cierto travestismo a puertas cerradas.

Con tres temporadas bajo el brazo, Jill Soloway y Amazon Studios han acumulado varios premios (en la última entrega de los Emmy, donde arrasó, Jimmy Kimmel bromea: “Transparent nació como un drama pero se identifica como comedia”) pero no son ellos o su prestigio sino otra cosa lo que despierta y mantiene el interés: se trata de un retrato familiar y más aún de un retrato familiar judío, que lidia con las políticas del género y la identidad, y es capaz de tejer una red de correspondencias entre la solución final de la cuestión judía y la identificación queer. Los tres hijos de Maura –Sarah, Josh, Ali– practican, tarde o temprano, alguna forma de sexualidad por fuera de la norma heterosexual: Sarah llega al altar, pero no consuma su matrimonio con su exnovia de la universidad; Josh incurre en una aventura con Shea, una transexual amiga de Maura; Ali descubre sus pulsiones lésbicas y tiene una relación primero con Syd, su amiga de años, y luego con Leslie, una poeta y académica varios años mayor que ella. La misma Ali intenta escribir un ensayo (después incluso una tesis) que plantee paralelismos entre la experiencia del ser judío –la exclusión, la ritualidad, el apego a la comunidad– y la de ser queer, el “trauma original” que los Pfefferman arrastran, una familia judía berlinesa que disfrutó, mientras pudo, la apertura sexual de la República de Weimar.

Quizá se trate de un atributo más de la intuitiva actuación de Jeffrey Tambor, pero es un hecho que Maura no es una mujer fácil: no hay en ella concesiones ni explosiones de emotividad, sea ira o llanto, sino un manejo contenido, incluso misterioso, inaccesible, de los sentimientos. En ella es posible ensayar un argumento de revolución lingüística, que es a lo que Soloway apunta, entre él, ella y la ambigüedad no del todo bienvenida de un término como moppa, que es el que sus hijos eligen para referirse a ella, hasta que Maura exige ser llamada madre y abuela. Esto sirve para revalidar la conocida tesis de Judith Butler de que el género es un acto performativo que se vale de un discurso público y social. Si la identidad es un constructo, este adentro afuera es lo que la sociedad califica como el “otro”, lo que expulsa y repele (en un baño, una mujer se horroriza ante Maura, quien es “claramente un hombre” que “traumatizará” a sus hijas adolescentes). Puede ser por esta razón que los flashbacks sean interpretados algunas veces por los mismos actores, como la Ali joven y la abuela Rose, que son habitadas indistintamente por Gaby Hoffman (Ali) y Emily Robinson (Ali de doce años). Estas rupturas, aunque infrecuentes, marcan el ritmo de Transparent, que de pronto mezcla líneas del tiempo y personajes (una Ali niña intenta impedir que un hombre bese a la que ella será años más tarde), juega con los espacios y deja historias inconclusas, evanescentes, flotando en el aire.

Transparent es una serie extraña que sigue a personajes extraños –a veces desagradables, que sin embargo son entrañables– y las miserias y alegrías de una familia que en lugar de encontrarse colisiona. No es un paradigma de la lucha transgénero, y no busca serlo, aunque muestra sus derrotas y búsquedas, esa área gris donde la estilización del cuerpo no imita otros cuerpos sino pelea por una concomitancia entre alma y exterior. En el segundo país con más asesinatos de personas transgénero en el mundo, la historia de Maura puede parecer banal y sin embargo vale la pena asomarse al mundo interior de una mujer que defiende no solo ante sí misma sino ante su familia su transparencia verdadera. ~

 

Publicado originalmente en Letras Libres

Comentarios televisivos

Este año, que ha sido el peor, me evadí felizmente con televisión. Las mejores nuevas series que vi, desordenadamente, fueron las siguientes:

High Maintenance – Un tipo reparte marihuana a domicilio en una bici en Nueva York. Su clientela es gente rara y ocurren situaciones graciosas, y hay humo y sol y parques y un perro que se enamora de su paseadora y la busca por la ciudad entera y luego es adoptado por una banda de punks que lo llaman Grandpa y es éste, creo, el episodio más sublime del año 2016.

Transparent – Una obra maestra queer, judía, californiana, muy blanca, feminista, a veces cínica, a veces extraña, con una cortinilla de inicio que siempre me conmueve, no sé por qué, y Jeffrey Tambor. Jeffrey Tambor como Maura Pfefferman, mujer transgénero. Y su familia de excéntricos, de la que ella es el centro gravitacional, a la manera de Arrested Development. En Letras Libres de enero escribí algo más largo sobre ella.

Atlanta – Donald Glover se llama Earnest, de manera muy wildeana, y vive en Atlanta, Georgia, y Atlanta -la Atlanta negra, callejera- es la presencia más importante de la serie. En algún momento alguien se aparece en un club con un carro transparente y luego atropella a otra persona y hay un video casero de eso. También sale un Justin Bieber negro y un episodio entero es una parodia de un talk show donde sale un puberto negro cuya identidad verdadera es un hombre blanco de 35 años.

Search Party – No negar que Alia Shawkat con el peinado que usé durante el primer semestre del año me atrajo como un imán. Alguien tuiteó que es todo lo que Girls quiere ser y no es, lo cual es una mentira, porque no se parece a Girls salvo en los personajes alienados, de veintipocos, que viven en Nueva York y son graciosos porque son tontos y no se dan cuenta de que son tontos. Dory se propone encontrar a Chantal, una ex compañera de la universidad desaparecida, y su involucramiento se complica y la pone en peligro, y al final el resultado es escalofriantemente estúpido y falto de sentido y deja en el espectador una sensación fría, irreconciliable, desamparada.

The Girlfriend Experience – Es muchas series y muchos géneros y no estoy segura cuál en realidad. Es una hermosa y distante estudiante de leyes que empieza a trabajar como una escort de lujo, y persigue un misterio y un caso de corrupción en la firma donde hace su pasantía y se hace pedicure y faciales y viste elegantes camisas y faldas entubadas y su rostro es sublime y su mirada lo atraviesa todo y es muy lista y hay como una amenaza constante a su alrededor para destruirla. Sobre el sexo y el deseo y el fetiche y el dinero, y erótica y gris y oscura. Riley Keough es un hoyo negro y una droga, y llegar al final de su historia te deja en la perplejidad más grande.

Crazy Ex-Girlfriend – Carcajadas infinitas con los números musicales (es un musical, y yo adoro los musicales). La diversidad y, digamos, perdedorez de sus personajes me recuerda un poco a Community, excepto que aquí es una abogada “rota por dentro” que intenta por todos los medios conquistar a su ex novio de la adolescencia Josh (quien es de ascendencia filipina y tiene un amigo al que llaman White Josh) y se muda a West Covina, California, y allá tiene una nueva mejor amiga que vive a través de su vida romántica y un jefe que descubre que es bisexual y una vecina cool y un pretendiente y una enemiga llamada Valencia. Y todos bailan y cantan. No me quito de la mente:

Sexy Getting Ready Song

https://youtu.be/hkfSDSfxE4o

Group Hang

https://youtu.be/elrDmZxtLtU

y

Boy band made up of four Joshes

https://youtu.be/RPw6sCTh9Q8

Rachel Bloom es excelente.

One Missississippi – Escuché el stand-up de Tig, vi su documental en Netflix y, ahora, la versión novelada de su vida. Ya soy experta en su cáncer, su enfermedad intestinal, la muerte de su madre y su ruptura amorosa. Una mujer de humor muy raro, deadpan, apenas alza la voz, tiene una mirada muy inteligente y concentrada, con su arruga en la frente; se atreve a mostrar el resultado de su mastectomía, sus temas son difíciles y oscuros pero contados con mucha ternura.

Nuevas que vi que me interesaron mas no me arrebataron:

Better Things – Pamela Adlon (“Sam”) y sus hijas, en un formato Louie: fragmentos, escenas descoyuntadas, flechazos, jonrones, relaciones familiares disfuncionales.

Love – Me reí, me pareció honesta en la miserabilidad de sus personajes centrales, me gustó la Los Angeles sucia y barata, que muestre sus puntos con cierta sutileza, ironía y mala leche, me gusta Gillian Jacobs.

Easy – Me pareció buena, interesante, la vegan cinderella espectacular, aburrido el de los hermanos cerveceros, chistosón el de los mexicanos fresas, poético el de la actriz nadadora (Gugu Mbatha-Raw, la otra estrella del capítulo estrella del año, San Junipero) y la posibilidad de soñar, otra vez, con Chicago.

Sensitive Skin – La que hasta ahora conocía como la nueva de Kim Cattrall. Su resumen en Wikipedia: Davina is a woman in her 50s who works in a gallery who has recently moved from the suburbs into an apartment in downtown Toronto with her neurotic husband Al, a pop-culture critic. She finds it difficult to adjust to life as she gets older, worried that her looks are fading and she has done nothing of substance with her life. Gracias a que me metí a Wikipedia, acabo de espoilerearme la segunda temporada. Bien. Lo mejor de esta serie es el esposo Al, Don McKellar (gran descubrimiento). Y Toronto.

Mención especial:

Black Mirror – Este año vi por primera vez Black Mirror y al fin entendí las referencias al primer ministro y el puerco. Creo que la primera temporada es la más perfecta y, como todo el mundo, que San Junipero es un episodio casi casi poético. Pero no suelo especializarme en los géneros de la imaginación, como la ciencia ficción y la fantasía, lo cual lamento pero a la vez me hace pensar que consumo, así, sus obras más acabadas, sus coronas verdaderas.

Series antiguas:

Girls – Aquel episodio donde Marnie se encuentra con su ex novio Charlie, quien ahora es una persona totalmente diferente, medio siniestra, y luego pasan un día y una noche juntos, pasando aventuras raras, es un sueño filmado, hay una presencia fuertemente onírica a lo largo del capítulo, que se recorta limpiamente de los otros, como si lo ocurrido detentara el estatuto de lo improbable o lo prescindible. Además, Shoshanna en Japón. Shoshanna enamorada de Japón, y luego cansada de Japón. El momento en que Hannah descubre lo que pasa entre Jessa y Adam. Girls es refinada, inteligente y divertida.

BoJack Horseman – Me encantó la primera temporada, me encantó la segunda, el episodio bajo el agua, la asexualidad de Todd, los caballos galopando en la pradera, Secretariat, todo eso.

Unbreakable Kimmy Shcmidt – No recuerdo mucho de esta temporada excepto reírme mucho otra vez.

Game of Thrones – Otra temporada llena de sangre, hielo, fuego, dragones, etcétera.

Narcos – El año pasado me tardé meses en terminar la primera temporada. Esta vez la consumí rápida, intensamente. Adoro a Pedro Pascal y adoro Colombia y el acento y la cara de Wagner Moura y los acentos logrados de los mexicanos que interpretan colombianos, pero no los que ni siquiera se esfuerzan -como Bichir-.

Club de Cuervos – Hugo Sánchez, el “hola, prim”, los elotes con mayonesa, el Potro, el “a ver, de qué chillan”, la fiesta en Acapulco, el acento norteño fresa, perdón, me carcajeé mucho y muy largo.

La serie que no me gustó:

Stranger Things – La vi casi por disciplina (¿se puede ser disciplinado en la pereza?). No me interesó, no me produjo nada, me aburrí bastante, su mezcla de géneros apenas me interesa y encuentro mayor satisfacción en otros productos que explotan la nostalgia por los ochenta.

Relleno:

Gilmore Girls – Un comentario para los nuevos episodios de Gilmore Girls:

(qué horror: pensar que mi hermana y yo veíamos cada capítulo en Warner, que la abandoné alrededor de la quinta o sexta temporada, que volví a verla en Netflix y me quedé en la tercera y ya no quise avanzar, que alguna vez me reí y me interesé. Pero: es un gusto conocer a la Rory fracasada).

Mr. RobotAlaíde me prestó la primera temporada en DVD y llegué al capítulo cinco y no he continuado.

Orange is the new black – ¿Este año fue que nos mataron a Poussey?

Portlandia – Favorita. La macrohistoria de una ciudad entera. Las historias de Nance y Pete, de Nina y Lance, de Candace y Toni, de Dave y Kath, del mayor, de los ecoterroristas, de los goths.

No terminé: Horace & Pete, The Get Down

Quiero ver: You’re the Worst (corrección: vi dos y jamás quiero volver a ella). Terminar: Broad City. Empezar: Insecure.

Corolario:

En el diario de Alejandra Pizarnik me encontré con esta frase:

La televisión es un estupefaciente inofensivo para burgueses introvertidos.

.

.