2024

Podría calificarlo como el año más jodido de mi vida, el que no me imaginé que marcaría la pérdida de lo más amado.

Por lo demás, recibí golpes aquí y alllá, y algunas alegrías. Hice varios viajes a Chihuahua y Guadalajara, ciudades que cada vez exploro más.

Pero la mayor parte del tiempo la pasé en mi pueblo, en mi estudio, en este cuartito que, mal que bien, me protege del ruido, que es mi mayor enemigo. Me levanto o me duermo a horas infames para robar un poco de silencio. Durante el día la paso tensa y con frío, llenando los huecos, enmascarando la ansiedad. La ansiedad es el síntoma. La repetición.

Termino mi libro hasta donde puedo, hasta donde debo hacer una pausa. Me resulta difícil. Reviso el manuscrito neuróticamente. No sé a qué más dedicarles mis completos esfuerzos. Yo sé a qué. Pero no lo hago.

Debo dar un golpe de timón, dejar que eso avance, leer lo necesario, lo faltante, construirle la epidermis, me tardé en sus músculos y su esqueleto, ahora debo construirle una piel dura, la última frontera, lo que aprisiona el cuerpo humano llamado texto.

A veces leo sin compasión. Pero me impresiona más leer aquéllo sin compasión. Porque yo, lectora con decenas de capas de relaciones con los textos, vigilo, castigo y también me dejo sorprender. Pero escribir un libro implica pasar muchos días junto al texto, pensarlo, meditarlo, discutirlo con personas más inteligentes que una, ponerlo a prueba, discutirlo en terapia, leerlo y odiarlo por completo, decidir empezar de cero, abandonarlo por temporadas largas, meses; dejar que horade tu cerebro. Y aún así escribir sin compasión de tu padre, por ejemplo. Eso me dejó perpleja de un libro que leí recientemente.

Veo mariposas por doquier, no estoy segura de si es estación, o tan sólo mi papá visitándome. Como ya escribí aquí: el pensamiento mágico me sostiene, pero apenas.

Fuimos a ver “La habitación de al lado” del infalible Almodóvar, sin saber a lo que nos enfrentaríamos. Ver a una amiga morir no se acerca a ver al propio padre. Yo cargo con el trauma, con el estrés postraumático, y me escondo aquí y hago cosas indebidas.

Pero algunas tardes, sobrines míos, se las contaré con lujo de detalle.

Aquí me acompaña Chuy, pero yo vuelvo a recluirme en mi cueva. El mundo es hostil.

En 2025 lo será menos. No lo será. Mi magia reside en la escritura. Quiero paz y tranquilidad.

Que así sea.

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